CANTO TROPICAL
“A cada día su afán”, dijo el Maestro.
“A cada día su canto matinal”, dice el poeta.
A cada día dan la bienvenida:
el cenzontle con su verde canto;
el pijul con su “juli, juli”;
la paloma con su “tuy, tu, tuy”, y su “arrú, arrú”;
la oropéndola con su arpegio desgajado,
pendiendo de su saco allá en la copa silvestre colgado;
el gallo colorado con su cantar cronometrado;
el sargentillo de gorjeo fino;
la viuda silbando abandonada;
el güis con su “fli, fli” desorientado;
la gongolona zumbando “ronca, ronca”
en los rincones oscuros de los montes;
el guás, clamando en ramas secas
por más lluvias;
El gavilán, silbando agudo cuando espera
uno… dos… tres, el descuido de la presa inadvertida;
la bandada verde de chocoyos
en vuelos festinados;
las lapas de verdes chaquetas y rojos sombreros,
alborozadas entre los múltiples brazos de los arboles;
las verdiamarillas loras enfiestadas sobre el naranjal
que con esperanza el campesino ha cultivado;
el simbólico tucán
con su vuelo bullicioso y tropical;
y el zanate tornasol y bullanguero
con su graznido de perro garroteado.
Todos los animales de hábitos diurnos,
bailan, cantan, revolotean y pillan
al nacer un nuevo sol de oros encendidos
en cada día que ha venido.
¡Ah!, pero también los animales de la noche
se suben asidos entre sí de sus manos al coche,
en ese carruaje de tropicales alegrías;
y, aunque les estorbe la luz en sus pupilas,
danza la pororoca que todo lo alborota;
salta la comadreja por donde menos se espera,
chillan las ratas huyendo de las gatas;
maúlla el búho como el gato garabato;
pipiriciego el murciélago,
tropieza y tropieza, va y viene, y atrás no queda;
y la lechuza, con sus anteojos bien puestos,
despide a la luna y da la bienvenida a la aurora cada día.
Y, así, congregados todos y todas a la orilla de un torrente cristalino,
inician y terminan cantándole a la albura.
Y ve El Creador que ha sido bueno
que agua, sol y frutas de vivos
colores, con las que los ánimos renueva,
cada día y cada noche llueva.
cada día y cada noche llueva.
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