jueves, 24 de junio de 2021

EN EL DÍA DEL PADRE
Anónimo
Me visitaron algunos de mis amigos,
me chatearon otros de ellos,
y todos a una voz:
“Veremos qué escribe este bro
en ocasión del día del padre…”
 
Pero mis manos comenzaron a temblar
de emoción y de impotencia
ante la máquina del tiempo.
 
Ante el tiempo que pasa y demuele
todo cuanto a su paso encuentra.
El mismo tiempo que se llevó la niñez,
la juventud y la vida entera de mi padre.
 
Sí. Pues, me parece ayer
cuando le miré vigoroso y pleno
nadando en las aguas de su juventud.
Era mi padre de carácter fuerte
y de ímpetu indetenible en los afanes de su campiña.
“Quien no trabaja, que no coma”.
 
Cuidadoso de lo ajeno más que de lo propio.
“Lo ajeno se respeta y no se toca;
sea una persona o sea una cosa”,
eran sus palabras y sus actos.
 
Temeroso del Supremo, ante todo.
“Si algún día se apartan de los Caminos del Señor,
será porque quieren,
pero nunca porque no se los haya indicado”,
a su prole repetía.
 
Tengo a mi padre por diligente y sabio,
pues procuró que en casa nunca faltara el pan de cada día,
ni el pan de la enseñanza
ni el Pan de Vida.
 
Padre: cómo añoro oír tu voz
para saber cómo afrontar las embestidas de la vida;
cómo anhelo tu valentía frente a las adversidades…
cómo deseo tus habilidades frente a los desafíos…
 
Y, así, frente al teclado de la máquina del tiempo
se desmoronó mi ánimo.
Ante una lluvia de lágrimas mis ojos se opacaron,
y a mis amigos solo dije:
 
Bienaventurados quienes pueden ser padres;
y más afortunados quienes cuentan con uno
a quien puedan admirar y prodigarle mil cuidados.
 
La ausencia del padre nada ni nadie la llena.
Su valor consiste en ser insustituible.
Nútrete de él hoy si aún lo tienes
para que el mañana sin él sea llevadero.

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