EN EL DÍA DEL PADRE
Anónimo
Me visitaron algunos de mis amigos,
me chatearon otros de ellos,
y todos a una voz:
“Veremos qué escribe este bro
en ocasión del día del padre…”
Pero mis manos comenzaron a temblar
de emoción y de impotencia
ante la máquina del tiempo.
Ante el tiempo que pasa y demuele
todo cuanto a su paso encuentra.
El mismo tiempo que se llevó la niñez,
la juventud y la vida entera de mi padre.
Sí. Pues, me parece ayer
cuando le miré vigoroso y pleno
nadando en las aguas de su juventud.
Era mi padre de carácter fuerte
y de ímpetu indetenible en los afanes de
su campiña.
“Quien no trabaja, que no coma”.
Cuidadoso de lo ajeno más que de lo
propio.
“Lo ajeno se respeta y no se toca;
sea una persona o sea una cosa”,
eran sus palabras y sus actos.
Temeroso del Supremo, ante todo.
“Si algún día se apartan de los Caminos
del Señor,
será porque quieren,
pero nunca porque no se los haya
indicado”,
a su prole repetía.
Tengo a mi padre por diligente y sabio,
pues procuró que en casa nunca faltara el
pan de cada día,
ni el pan de la enseñanza
ni el Pan de Vida.
Padre: cómo añoro oír tu voz
para saber cómo afrontar las embestidas
de la vida;
cómo anhelo tu valentía frente a las
adversidades…
cómo deseo tus habilidades frente a los
desafíos…
Y, así, frente al teclado de la máquina
del tiempo
se desmoronó mi ánimo.
Ante una lluvia de lágrimas mis ojos se
opacaron,
y a mis amigos solo dije:
Bienaventurados quienes pueden ser
padres;
y más afortunados quienes cuentan con uno
a quien puedan admirar y prodigarle mil
cuidados.
La ausencia del padre nada ni nadie la
llena.
Su valor consiste en ser insustituible.
Nútrete de él hoy si aún lo tienes
para que el mañana sin él
sea llevadero.
jueves, 24 de junio de 2021
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