EL POETA ARMANDO INCER (1930-2018), HA MUERTO;
LA NACIÓN YARRINCE ES MÁS PEQUEÑA.
El
canto vuela vestido de dolor,
mientras
el Guás
(Herpetotheres
cachinnans)
lleva
de tristeza cubiertas sus alas.
Desde
Boaco, afligida va su trova,
la
lleva por Camoapa,
y
se oye en Comalapa, en Juigalpa,
despierta
el sueño de Yarrince en Apompuá,
y
luego se extiende hasta Acoyapa.
Su
congoja es por la muerte de Incer Armando,
el
poeta culto y oculto,
quien
se ha rendido ante la matrona de la hoz
allá
entre los dos pisos de su casa natal.
Ahora
la nación yarrince es más pequeña,
y
el mundo pesa más.
Si.
La nación de Yarrince, aquel político autóctono cuyas extensiones por él
gobernadas en pleno siglo XVIII, abarcaban los actuales departamentos de Boaco
y Chontales, se ha contraído por la ausencia del poeta Incer. Y, contrario a lo
que dijo don Emilio Castelar a la muerte del gran Víctor Hugo de Francia, el
mundo pesa más, porque se ha ido el que nos ayudaba a cargar los desmanes y
excesos que cada vez hacen al orbe más pesado.
Carga que nos hacía liviana con su labor de médico, con su palabra de
poeta, con sus lecciones de historia, y con todo su ímpetu cultural.
Este
consumando humanista predestinado a llamarse Armando Incer, vio germinar su
semilla en Boaco, Nicaragua, tierra aborigen, el 16 de febrero de 1930; y ahí mismo
creció, y vio florecer su robusto árbol, el que derribado por el peso de sus 88
años, el 26 de julio del 2018. Estudió medicina en la Universidad Nacional Autónoma
de Nicaragua, en León, e hizo estudios de postgrado en Francia. Sirvió a su
comunidad de donde nunca quiso salir para establecerse en otras partes del
mundo, aunque las circunstancias se lo hayan ofrecido. Por antonomasia es el
historiador de Boaco, por lo tanto, su perpetuo vocero. Su casa cuenta su obra.
Hizo de su vivienda un verdadero museo de la historia local y nacional. Ahí, hay
variadas piezas arqueológicas y literarias, todas relativas a la historia y al
arte precolombino y a la difícil etapa colonial, tanto de su entorno inmediato,
como de la Costa Caribe y del resto de Nicaragua. De acuerdo a referencias del
doctor Jaime Incer, hermano del poeta Armando Incer, el guerrillero Augusto Nicolás
Calderón Sandino y el general José María Moncada, allá por el año 1927,
estuvieron en esa ahora Casa-museo. “En esta casa estaba Sandino cuando se
rebeló y decidió continuar su lucha anti-imperialista”, afirma el doctor Jaime
Incer Barquero. Y añade también que en esta casa vivió el general Rigoberto
Cabezas Figueroa, el incorporador de la Costa de la Mosquitia al territorio nicaragüense
en 1894. Por lo que no es casual que la residencia del poeta Armando Incer,
fuese y sea visitada por docentes, estudiantes e intelectuales nacionales y
extranjeros.
El
doctor armando Incer escribió poesía, ensayos y biografías. Junto a varios escritores,
entre ellos el poeta Flavio Tijerino, a partir de 1951 conformó el núcleo
literario boaqueño denominado “Grupo U”, donde, además de la poesía, se promocionó
el teatro. Por sus méritos intelectuales y académicos, llegó a ser miembro
correspondiente de la Academia Nicaragüense dela Lengua; y en el año 2014
recibió la distinción “El Autor y su Obra”, de parte del Festival Internacional
de Poesía de Granada. Además de otros méritos. Siempre será tenido en alta
estima como gran maestro, pues, deja un legado intelectual no solo para su Boaco
natal, sino para toda Nicaragua. Su obra debe ser divulgada y estudiada a fin
de extraerle la savia humana que contiene. De su cosecha artística, según la poeta boaqueña
Martha Leonor González, son los poemarios y obras en prosa: Huérfano esquife; Debo la Sed; La guerra
predilecta; Breve historia de Boaco; A pedir de boca; Todos
somos mi palabra, en la que lega una poesía muy sentida, que transpira un
aire de despedida y se carga de recuerdos y de alusiones familiares. Asimismo, se
cuenta entre su obra el libro inédito sobre la vida del religioso José
Nieborowsky (1866-1942), uno de los fundadores de la actual ciudad de Boaco.
Además
de su obra académica e intelectual, el doctor Armando Incer tuvo destacada participación
social por sus servicios médicos como cardiólogo. Y no menos importante fue su
labor como alcalde de su ciudad, función que ejerció de 1990 a 1996, con gran ejemplo
de tolerancia y accesibilidad política.
Quizás
la nación yarrince es más pequeña por su ausencia, pero el poeta, con su canto
la avizora como leal centinela, y dice: “¿Qué ojo ya marchito –antiquísimo o
menos antiquísimo- polvo ya, el agua ausente, resucitó en mis ojos para verte?”
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